En las inmediaciones de universidades, mercados, centros comerciales u hospitales encienden las luces, pitan o gritan “taxi” por la ventana al ofrecer su servicio de transportación. Algunos, en cambio, tienen clientes fijos que recogen en un horario al pie de estos sitios.
Manuel, Jorge y Roger son algunos choferes ‘informales’ que por distintas circunstancias se han acomodado detrás del volante, en un oficio que no lo escogieron como hobby sino como una manera de sobrevivir ante la carencia de trabajo.
Esta situación palpable, evade la ley, pues en el Ecuador, según el COIP, dedicarse a labores de transportación de pasajeros sin permiso se sanciona con la retención del auto, multas de $ 772 y pérdida de diez puntos en la licencia.
En lo que va del año solo en Guayaquil 1.732 autos fueron retenidos por esta contravención. En esta ciudad, la Autoridad de Tránsito Municipal estima que hay unos 10.000 taxis formales; pero sin permiso serían el doble o el triple.
En la mañana del lunes 20, el servicio de taxirruta se cobija en una acera de Mucho Lote, donde Roger Campuzano y Tito Pérez dicen estar atentos por los controles, pero por llevar un ingreso a su hogar laboran corriendo varios riesgos.
Ellos vocean “taxirruta” al centro para llevar pasajeros por $ 1,25. Se previenen cogiendo clientes fijos. “No es fácil. Arriesgamos nuestra integridad. Detrás de un carro pueden estar hasta tres familias, la de dos choferes y del dueño del carro”, dice Tito, quien salió de su trabajo de chofer de carga por reducción de personal.
Roger, en cambio, renunció a su actividad en una farmacéutica, donde laboró por más de una década. “El sueldo no alcanzaba”, sostiene al comentar que mantiene tres hijos y espera ahorrar.
De avanzada edad, Manuel Rivas, de 66 años, recuerda que llegó al “taxismo informal” tras perder su negocio de tendero. Hoy transporta pasajeros en su camioneta Datsun del 78 en las inmediaciones de dos mercados del centro sur. Así vive su día a día con fletes en los que arma grupos de seis pasajeros que van de un mercado a otro. Cada uno paga $ 0,25.
“Gracias a Dios uno se las ingenia y si no hay, se ve de dónde se saca”, dice el dauleño, que gana $ 30 diarios para mantener el hogar con su hija y esposa que también laboran.
Jorge Orozco y José Valarezo ofrecen transporte por algunos años. Orozco engancha clientes afuera de supermercados, mientras Valarezo en universidades con clientes fijos.
Ambos, en distintos puntos de la urbe, dicen que antes ganaban entre $ 50 y $ 70 y ahora solo la mitad. La competencia ha aumentado, por ello Orozco asegura que deben administrar bien sus ingresos.
En medio del estrés de los oficinistas hay quienes aprovechan los espacios en su vehículo para llevar compañeros, como María Virginia Pareja, quien labora en el centro. “Ellas se benefician porque uno sale cansado, estresado e ir a coger colectivo son factores que prefieren un expreso”, dice la docente que gana $ 100 extras al mes, con lo que se ayuda a pagar su auto.
Asimismo, su esposo, Walter Ordóñez, deja el trabajo ene un laboratorio y sale a ganarse un dinero extra como chofer.
Esa alta demanda de transporte en La Aurora entre Villa Club y La Joya motiva a Roberto V. a servir en una furgoneta, de la que mantiene una deuda con una multa por ser transporte ilegal. “La empresa quebró hace más de dos años”, recuerda, al indicar que corre riesgos por llevar el bocado a dos hermanos y su madre. (I)
Controles
La Autoridad de Tránsito Municipal mantiene controles a la informalidad. Según sus cifras registra un aumento de autos retenidos por brindar servicio informal. El año pasado de enero a agosto contabilizó 921 retenidos mientras que este año, suma 1.732; hay un aumento del 88%, según el ente de tránsito.
Fuente: El Universo